El paso,
la pisada,
la huella breve
y el rastro inerte
que dejamos al roce.
El paso,
leve indicio
de trayecto.
El cruce,
la mirada fugaz
que aspira luces
de lo recóndito,
de lo posible
desechado
por el común sentido.
El aire,
la sutil estela
de deambulantes presencias,
aroma incógnito
en maraña de latidos.
La voz,
tímido saludo
derramado en susurro,
nota sin pentagrama
que evoca
canciones tristes.
martes, 13 de agosto de 2013
Urbes
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