Que me digan los que saben
de los pesos y las escalas
dónde escondieron lo posible
que me correspondía en derecho.
Pero callan, ocres y neutros,
con la verdad extraviada.
Entonces hablan los sabios,
apóstoles de los edenes,
henchidos de doctrinas
comprimidas en poca letra,
obviando lo perpetrado
y vendiendo trayectoria errática.
Ya no me atraen farolillos
de verbena remangada
pues falso es el sudor impostado.
Y seguirán ahí,
cabalgando columnas,
sabedores de las órbitas,
cadencias y querencias
del rebaño endémico.
viernes, 16 de noviembre de 2012
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