jueves, 26 de enero de 2012

A cadáver huelen 
las palabras esputadas 
a verdad muerta. 
Puede uno investirse 
de indignación fabricada 
y desplegar oratorias 
para modelar lo falso, 
hacerlo cierto, 
y venderlo reciclado. 
Pero ya no hieren 
las dagas humillantes 
forjadas en fragua de berrinche. 
Que no hay causa 
ni para trámite, 
que todo es humo 
de fuego vano, 
prendido en humedades 
de lloviznas mezquinas. 
Las risas rotas 
no quiebran al cómico 
que cierra teatro. 
Valdrá la sorna 
para otros andurriales, 
que aquí no cala 
tanta parodia. 

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