miércoles, 28 de abril de 2010

NADA QUE DECLARAR

Si es que uno quiere,
aún fallando,
hacerlo bien.
No dar brochazos
al aire recio y,
necio,
pintar los rodapiés.
Mas todo se angula,
se triangula
y te visten de polígono
anguloso,
enemigo,
no fiable a los contextos,
pleno de arista
que corta pieles cercanas.
Y secreto,
discrección pretendida
a tumbos de error aliterado.
Y viene la bolsa,
el monedero ruín,
la propina,
y tragas,
engulles condiciones,
por cojones
y razones,
bien máximo
de lo común sagrado.
Pero tienes capa,
regalada en gentileza,
de villano embozado.
Y nada cambia
y los amores,
los paridos,
engendrados,
son navaja de callejón,
a la espera en la noche
en portal ahora ajeno.
Y se inscriben los latidos,
escriturados a golpe
de vaso indolente.
Se certifica lo mezquino,
rúbrica al margen
del margen de río
siempre turbulento.
Qué hacer ante la inquina,
no declarada,
fraudulenta.
Cargar mi lastre
con hieles viejas.
No,
no juego,
que se me explique y,
si no,
no sé,
es el problema.
Qué hacer
ante la lágrima alentada,
ante la ausencia cruel
que rebota en el despojado.
Culpable siempre
de lo no declarado.

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