Van navegando las calles
gentes sin pan de amor,
atracando por los bares,
puertos francos del dolor,
desplegando las amarras,
para no ir la deriva,
descargando en cada barra
su alijo de mala vida.
Porque la pena es pandemia,
se propaga en las esquinas,
cada encuentro, cada ausencia,
suma y sigue en la partida
de baraja sin marcar,
donde no valen faroles
y es casi imposible andar
sin pisar algunas flores.
Verdugos a su pesar
de los más dulces aromas,
son convictos en penal,
condenados a las sobras,
a limosna de la migaja
que disputan las palomas.
Son minutos de hora baja,
no son punto, son la coma.
Son ateos del discurso,
de los lemas de programa,
de la mentira en abuso,
de tanto joder sin cama.
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