martes, 30 de diciembre de 2008

GAZA

En la santa tierra
de las promesas vanas,
niños de arena
desayunan metralla
a tazón lleno.
Retornan las plagas
de ángeles de exterminio
a castigar súbditos
en nombre de un Dios
manufacturado a piedra.
Vestidos de mortaja,
expuestos,
ofrendados a un Dios
de otro nombre,
otra versión
de la falacia sangrienta,
empujando hermanos
a la masacre
en venganza.
Nadie cierra
el círculo inmundo
de niños muertos
en siniestra rifa.
Tibia condena
para el mal perpetuo,
adinerado,
resignación endémica
al mal eterno,
el peor mal,
el mal sacralizado.
Barrer lo santo
de la tierra enferma,
gangrenada,
lustrar lo humano
como único bien,
sanarlo de dioses,
enquistados
como pretexto,
coartada para el saqueo.


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