El túnel se contrae,
insistente en la negrura,
infartándose
de coágulos de hastío.
No hay viaje posible
sin franquear la peña,
inamovible y terca,
obstinada en roca
de intenciones obviadas.
Espesado el clima,
empecinado
en niebla
y chubasco
de anegar rutas,
colapsando itinerarios
con voz yá oída,
a gesto visto,
acumulador
de la descarga
que barra los asfaltos
de hieles
y pieles
a lija.
La voluntad derrapa,
trampeando el bache,
mientras el arcén,
ahíto de goma negra,
se retira cobarde
cediendo al precipicio.
Mejor seguir andando,
a sendero limpio,
la cara fresca
y abierta
a la hoja de castaño.
La pequeña mano,
menos frecuente
pero cristalina,
envuelta en dedos
de papel sobreescrito.
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