El amargor inunda
con ya demasiada frecuencia
toda la cabida,
todo el hueco,
agrietando la presa,
amenazando riada.
Emergen todos los posos
enfangando las orillas,
dominando lo turbio
todas mis corrientes.
Los relojes cojean,
tullidos de todo ciclo,
mutilados de tiempos perdidos
y el afónico teléfono,
sin cobertura de remedio,
es testigo convidado
de piedra de lastre.
Despertar,
blanco sanatorio
de asépticos pasillos
que nunca indican la salida.
Hay billetes,
hay andén,
pero posada…
solo tienes reserva en mausoleo.
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